La documentación histórica tiene la noble característica de hablar por si misma y sin otra compañía que la de su propia presencia. Y así es que es más fácilmente comprendida, decantada y aprehendida en el mensaje de su historia viva. Empero se me exige una carta de introducción y no puedo por menos que acallar la voz larga de siglos de estos papeles viejos y violar su certidumbre sempiterna de diario bondadoso de un pueblo y una ciudad hecha para las aguas lustrales de su propia grandeza. Estos son, pues, los papeles capitulares del Municipio otavaleño, y dada su gran extensión se han sacrificado en resumen hacia la concreción de una historia de cada día y de cada instante. En estos sintéticos testimonios regresa Otavalo a mirarse como fue de niño y como fue en su pubertad, y más allá desde los primeros pasos cuando la patria de agosto hasta los más firmes de la ya casi definitiva fe republicana. No necesitan de otra voz que la suya, hablen, entonces, estos papeles históricos de lo que ellos son por si mismos y con su propia remozada voz.