La Reforma Tributaria emprendida por Jorge Gallardo Zavala y por su equipo de técnicos demostró al país muchas cosas: que se pueden realizar reformas profundas a través de la búsqueda de consensos derivados de un proceso amplio y democrático de discusión pública; que es posible utilizar a la política tributaria como un medio eficaz para estimular las actividades productivas y el desarrollo económico, no solo como un medio para lograr ingresos fiscales.
Igualmente quedó claro que, en una forma heterodoxa para el pensamiento prevaleciente entre los expertos en el tema, es posible lograr incrementos signiticativos en la recaudación de impuestos internos, en base a una rebaja de las tarifas de la imposición directa, eliminando antiguos controles del cumplimiento de obligaciones fiscales, tales como la cédula tributaria y el certificado de no adeudar al fisco, y simplificando la tarea de la administración de rentas al disminuir el número de declarantes en más del 50%.
Esta reforma tributaria, enmarcada en una práctica democrática es en alguna manera un ejemplo para el proceso de reforma y modernización del Estado, en que actualmente se halla comprometida la sociedad ecuatoriana.