La universidad pública de fin de siglo, reproduce hoy su importancia como institución generadora y difusora de ciencia y cultura, en un contexto evidentemente modificado. La diseminación de los agentes difusores de conocimiento que ha propiciado el desarrollo informático y telemático, ha transformado la producción, acceso y uso de la docencia y la investigación y ha roto los monopolios de difusión del conocimiento, anteriormente circunscritos a las instituciones educativas. También la proliferación de la empresa privada educativa, que en nuestro país ha sido significativa, ha construido nuevos escenarios donde se desarrolla y redefine la vocación y la organización de la educación superior pública.
Evidentemente es imprescindible señalar en estos trazos del entorno, el impacto que sobre la propia misión universitaria establece una racionalidad política y valórica dominante del desarrollo social, con un predominio de la visión cuantitativa macroeconómica y de corto plazo, contrastante con los imperativos globales, solidarios y de largo plazo que exigen las soluciones para los problemas sociales, productivos, ambientales, educativos y culturales de nuestro tiempo.