Esta novela se desarrolla en el Quito y la Esmeraldas de 1998. Los personajes, atrapados en la cárcel de sus propias pasiones, luchan pero son incapaces de triunfar, de vencerse a sí mismos. Débiles ante las tentaciones del mundo y de la carne, sufren, se angustian y sucumben. El Ingeniero Carlos Aníbal Pinto tiene consciencia de la existencia de fuerzas desconocidas que impulsan al hombre hacia estadios más avanzados de civilización y le dotan de nuevas capacidades intelectuales y físicas. Se pregunta, entonces, ¿de qué manera se pueden conquistar los altos destinos morales, compatibles con estas realidades? Pero los hombres no controlan el fascinante viaje de la evolución; los dioses les han embarcado en el tren, sin revelarles el rumbo ni los eventuales destinos; no conocen al maquinista, ni la velocidad a la que avanzan. Ante esto, Aníbal Pinto se revela, cree que no es justo e intenta forjar su propio destino. ¿Y Martín? Es tan solo un mono en pleno proceso de cambio, incapaz de retroceder, condenado a convertirse irremediablemente en hombre.