La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) originalmente creada en 1948 por Estados Unidos, Canadá y los Estados de Europa Occidental, para enfrentar el riesgo de expansión del control soviético sobre el occidente europeo, se encontró a sí misma sin un objetivo plenamente identificable después de 1 989. El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín. Once meses después, Alemania se reunificó. El 1 de abril de 1 99 1 el Pacto de Varsovia se disolvió. Finalmente, el 25 de diciembre del mismo año la Unión Soviética dejó de existir (McCalla, 1996:448). En tan sólo dos años, los factores que habían llevado a la creación de la OTAN desaparecieron por completo y, sin embargo, esta organización siguió en pie. D es de aquel momento, la OTAN buscó reorientar sus objetivos y prácticas. En tal cometido, la alianza militar transatlántica ha demostrado continuidad e innovación. Su capacidad de adaptación a las nuevas exigencias mundiales y a los nuevos parámetros de seguridad internacional ha desmentido más de una predicción y sorprendido a muchos. En este trabajo quiero proponer que la OTAN se ha reinventado a si misma, a través del discurso, a partir de la finalización de la Guerra Fría, lo cual le ha permitido sobrevivir en el nuevo escenario global. Dicha reinvención se explicita en el cambio de la naturaleza misma de la institución: de una alianza militar que respondía a amenazas bajo el contexto de la Guerra Fría a una organización de seguridad que enfrenta nuevos retos, modifica sus objetivos y por lo tanto, sus tareas, y que no es lógicamente equiparable a una alianza militar.