Hoy en día, presentar una obra que recoge estudios y análisis sobre seguridad, política y democracia entre los años 1998 al 2006 no proyecta necesariamente una identidad de libro histórico. Tampoco es un referente jurisconsulto sobre derechos humanos y régimen internacional en momentos de elevada conflictividad subregional. Menos aún se la puede mirar como un ensayo profundo sobre medios de comunicación, discursos xenófobos y racismos ligados a la política pública. ¿Qué es entonces? Bueno, es todo aquello sumado a un poco de detalles formales y sazones internacionales que podrían ser incluidas como formalidad académica para ser presentada como tesis doctoral, a fin de obtener el grado respectivo en Sociología de la Universidad Nacional de Cuyo-Argentina. Todas esas situaciones e interrogantes surgieron en un contexto temático que se inició a principios de la década pasada cuando me preguntaba si podía interpelar a la seguridad desde los derechos humanos y viceversa. En ese entonces, la respuesta fue inmediata y afirmativa porque existía un clima relativamente benévolo y participativo para lograr desentrañar las condiciones más bajas y aberrantes de la política partidaria y sus conexiones estatales. Hoy en día, ese lindero, esa delgada línea roja, es incapaz de proyectar políticamente transparencia y rendición de cuentas al ocultar velos perversos, porque esa misma línea se vuelve difusa, acuosa y sinuosa, se torna camaleónica, plástica y distorsionada al tomar partido por el peso tautológico del poder y del realismo. ¡Todo en nombre de la seguridad!.