En los últimos catorce años se han dado una serie de cambios en las imágenes y representaciones de la familia migrante en los medios de comunicación, que van de una invisibilización a una rutinización de sus dinámicas y arreglos a la distancia. Hasta inicio de los años noventa, los medios se acomodaban a un discurso de posicionamiento de la imagen hegemónica de familia nuclear, eclesial, con un sentido de pertenencia y lugar, de tal forma que hechos excepcionales relacionados con la migración, ocurridos en aquellos años, eran cubiertos con un discurso juzgador que estigmatizaba a quienes habían osado dejar su hogar, su país. Para los años 2000-2001, la salida de miles de ecuatorianos y ecuatorianas se espectacularizó en los medios, pero esto a su vez visibilizó al fenómeno, y los medios comenzaron a debatirse entre un discurso de rechazo que ubicaba a la migración como destructora de familias, causante de desgracias y males sociales, y uno de rutinización del hecho migratorio, característica observada también en el período 2006-2007. Así, entre las noticias de los impresos de circulación nacional, de manera subyacente, comenzó a aparecer la familia migrante, con otras formas y prácticas familiares, a manera de cambios y no cambios, remozados con la migración internacional mediatizada.