Usted entra en estas páginas bajo su propia responsabilidad y riesgo. Si aspira a ser periodista o ya lo es, encontrará una dimensión de la profesión que no coincide con esa imagen light del periodista famoso y rico, que se codea con celebridades, poderosos y adinerados, y que pisa las alfombras más gruesas de su ciudad.
Tampoco coincide con el conocido perfil del periodista que es poderoso porque se temen su lengua o su pluma afiladas y envenenadas.
El periodista que emerge de estas páginas suele estar en el ojo de los huracanes de la vida social y política, camina muchas veces por el delgado hilo de acero de los equilibrios riesgosos, lejos del deslumbramiento de los reflectores de la publicidad, consumido por una combustión interna que no le deja sosiego y que le hace cortas todas las jornadas de trabajo.
Si el lector que comienza a hojear este libro nada tiene que ver con esta profesión, si es un desprevenido lector, oyente o televidente de noticias, de esos que se enteran de prisa sobre lo que pasa, con un recorrido de vértigo sobre titulares, fotografías y destacados, este libro le quitará la inocencia, porque le revelará cuánto terror, cuánto sufrimiento, cuántas incertidumbres, dudas, sangre y lágrimas puede haber detrás de una noticia o de una columna, de esas que se leen o se oyen distraídamente a la hora del desayuno o de la cena.
Puede ser o parecer un egoísta reclamo gremial este discurso sobre la libertad de información, pero es una defensa indispensable para la sociedad, y debe partir de un honesto reconocimiento de sus propios excesos. Con razón se pregunta Diego si es ético defender la libertad de expresión sin beneficio de inventario.
Siente el autor que un ejercicio de la libertad sin responsabilidad la convierte en una forma de libertinaje la transforma en una antítesis de lo justo y lo moral. Por eso concluye: "La libertad de expresión debe ser indisociable de una actitud periodística consecuente, seria y honorable". Al extraer conclusiones, luego de un detallado recorrido por los hechos que demuestran la trágica saga de la libertad de prensa en el mundo de hoy, el autor afirma sin dudarlo: "El comunicador que espera ser respetado y respetable somete su desempeño a los cánones de la prensa libre y procede con responsabilidad. Debe distinguir entre las críticas valederas y la sarta de mentiras con apariencia de verdad".