Desde finales de la década de 1980, se produjo en el mundo un aumento sin precedentes de la migración internacional. No existen datos exhaustivos sobre la cantidad mundial de migrantes, ni de su distribución entre regiones y países, pero se ha llegado a señalar que ese número pasó de alrededor de 77 millones a 111 millones de personas en 1990. Se estimaba que unos 180 millones de personas residían en el año 2000 en un país distinto al de su lugar de nacimiento. Aunque el porcentaje de los migrantes sobre la población mundial permaneció relativamente estable, en alrededor de 2,8%, los movimientos de personas expresan una importante concentración en ciertas regiones del planeta, como lo evidencian las nuevas oleadas de inmigrantes que desde el África Sub-Sahariana intentaban llegar a Europa, a través de España, o los miles de centroamericanos, suramericanos y caribeños hacia Estados Unidos, a través de México. La realidad es que tal comportamiento de la migración forma parte de las grandes tendencias que explican también la intensificación de los demás flujos transfronterizos a escala global. A pesar del esfuerzo por establecer el volumen de tales flujos, las estadísticas no capturan los desplazamientos temporales o las migraciones que se realizan de forma clandestina, debido a la intensificación de barreras migratorias. Por eso, aunque se señale que la migración en los países menos desarrollados ha descendido y que han aumentado las migraciones en los países desarrollados, las llamadas migraciones sur-sur mantienen una gran importancia dentro de ese flujo global de personas.