Frente al deterioro progresivo de las condiciones de vida, los moradores de los barrios populares en Quito se han visto obligados a implementar una serie de estrategias de supervivencia, de carácter individual y familiar.
Conjuntamente con ello, han desarrollado formas organizativas mediante las cuales canalizan las demandas colectivas frente a las autoridades municipales y nacionales.
La heterogeneidad social de los sectores populares urbanos y lo coyuntural y específico de sus reivindicaciones, hacen que las organizaciones de moradores pasen por bruscos altibajos, que van desde momentos de gran cohesión y radicalidad en las formas de lucha, a períodos en que predomina la pasividad, la apatía y la desmovilización.
En otros casos, la limitada participación popular y los intentos de los organismos oficiales por canalizar demagógicamente sus demandas, conducen a que la dirigencia barrial sea arrastrada a formas paternalistas, autoritarias y verticalistas, en cuanto al manejo interno; y, en lo externo, se vea tentada a inmiscuirse en prácticas el clientelares y de promoción individual.