El estudio de Eduardo Kingman Garcés analiza las relaciones de poder en Quito durante el tránsito de la sociedad señorial a la de la “primera modernidad” o “modernidad periférica”; para lo cual examina distintos dispositivos relacionados con la administración de la ciudad, el ornato y la salud pública, espacios en donde entran en juego los modernos sistemas disciplinarios con las antiguas formas de administración de las poblaciones. De acuerdo al autor, se trata de un “momento inaugural” en el que las elites intentaron asumir una “modernidad” y una “cultura nacional”, sin renunciar, por eso, a los “privilegios coloniales”. Si bien se trata de un estudio histórico, en él se pueden encontrar algunas claves para entender el presente: la constitución de los juegos de poder en el largo plazo, así como el funcionamiento de la cultura política. El libro es igualmente importante para discutir temas como el patrimonio y la memoria. Por otra parte, contribuye a cubrir un vacío en el campo de la investigación histórica: el estudio de las ciudades.